Mi amargo día de San Valentín (One Shot)

Todos tienen a alguien especial... menos yo. Todos los años igual, cada una de mis compañeras regodeándose de tener parejas, para que después la dejen compuestas y sin novio. ¡Vaya ésta, la vida! Se supone que yo tendría que estar feliz, por ese simple hecho que he descrito antes, de no tener novio, pero la verdad es que no. Me siento más mal que si me faltara el aire, de hecho, creo que eso es lo que me pasa siempre por estas fechas. Sólo faltaban cinco días para San Valentín, y yo me preguntaba qué me depararía ese día...
Como cualquier día normal, fui al instituto, aburrida y sola, como era costumbre. No sé como mis padres lo permitían, con tanto secuestro que hay hoy día... Llegué, subí las eternas escaleras que llevaban a mi clase, y esperé a que llegara el compañero que tenía la llave para abrir la puerta, puesto que no tenía ganas de bajar de nuevo para subir... Y en ese momento, apareció un chico, creo de mi clase, que me preguntó:
- ¿Está cerrado?
- Sí - le contesté.
- Voy a por la llave...
Y mientras lo decía, se iba hacia las escaleras. Yo me quedé esperando, hasta que llegó una compañera. Nos quedamos hablando hasta que aquel chico con el que "hablé" antes llegó con la llave. Abrió la puerta, cogió su mochila (que había dejado antes en el suelo, a mi lado) y entramos los tres adentro. El chico aquel y yo, salimos fuera nada más soltar las maletas, y mi otra compañera se quedó dentro y cerró la puerta porque decía que hacía mucho frío... Los dos nos quedamos solos en el pasillo desierto. Era demasiado temprano como para que compañeros de otras clases y de la nuestra llegaran... Me aburría mogollón, así que decidí meterme dentro. Entonces, aquel chico me habló:
- ¿Tienes frío tú también?...
- No.
- ¿Puedo saber por qué te vas a meter dentro? ¿Te aburre verme...?
- No, no es eso. Pero sí, me aburro...
- Creo que eso tiene arreglo, ¿no?
- ¿Cómo?...
- No sé, podemos hablar un poco, ya que nunca lo hacemos...
Aquel chico tenía razón, nunca habíamos hablado en lo que llevábamos de curso. Ni siquiera sabía que era de mi clase.
- ¿Podemos empezar por presentarnos? Hola, me llamo Leonardo, pero todos me llaman Leo.
- Encantada - dije yo - Me llamo Rocío, y mis amigas me llaman Ross...
Que raro... Los compañeros de clase seguían sin venir... ¿No sería que el profe de primera hora no había venido? Imposible. Nos lo habría dicho el Director el día anterior. De todas formas, me dio igual si venían como si no venían. Lo que me importaba era conocer a Leo, del que solo conocía su nombre y su edad: 18 años (tengo que añadir que yo tengo 16 años, con lo que aquel chico tenía que haber repetido dos cursos...) Era una magnifica persona, y pronto nos hicimos amigos. Me esforcé en seguir la conversación y no perderme en mis pensamientos, que ya sentían las inmensas ganas de trasladarse lejos de allí... ¡Era increíble como había cambiado mi suerte, a unos cuantos días de San Valentín!...
Me sentía mejor estando con él. Sentía que aquel San Valentín, de algún modo, sería distinto a todos los demás. Al menos, tendría a un amigo a mi lado... Pero yo quería algo más que pasar ese día con mis amigos... Yo quería tener a alguien que me hiciera sentir especial. La esperanza es lo último que se pierde, ¿no?
No sabía si la intención de Leo era ser mi amigo. No sabía qué pretendía acercándose a mí en esos momentos... En conclusión: No sabía nada.

Al día siguiente, el miércoles, llegué otra vez más temprano de lo normal, y dio la casualidad de que a Leo le ocurrió lo mismo. Esta vez, yo había cogido la llave de mi clase porque sabia que iba a ser la primera en llegar. Estaba dentro de la clase, con la puerta cerrada, sentada en mi sitio y leyendo. De pronto, se abrió de golpe la puerta y entró él, tan guapo como el día anterior... Me perdí en su mirada mientras nos mirábamos... Soltó la mochila y se dirigió hasta donde yo estaba. Nos saludamos y empezamos a hablar, como el día anterior. Yo me sentí muy a gusto con él; era el típico chico del que te puedes enamorar, y creo que fue lo que me pasó. No había podido dejar de pensar en Leo. No sabía por qué, ni de qué modo, pero Leo se había ido metiendo en mi corazón a medida que nos conocíamos... Creo que fue cosa de Cupido, que quería que este San Valentín no lo pasara sola... Pero si el no sentía lo mismo por mí, no valía la pena que gastara sus flechas conmigo...
Un día antes de San Valentín, estuvimos hablando sobre aquel maldito día, que tantas tristezas me había ocasionado, y él me dijo que le había pasado lo mismo hacía un año. La chica que le hiciera daño ese día, no sabría lo que estaba haciendo. Por lo menos, yo soy ella y... Pero no lo era, y menos mal. Prefería ser yo misma, que me conociera por lo que era de verdad y no por lo que aparentaba, como me contó él de aquella chica. Por una parte, la he llegado a envidiar. Por otra, no. Pensando todo eso, me di cuenta de que había llegado más gente a nuestra clase. Seguramente, el profesor estaría a punto de llegar. Me senté en mi sitio, y ese día, por razones que desconozco, se sentó a mi lado. ¡Casi enrojezco de la vergüenza! Era la primera vez que un chico se sentaba a mi lado por iniciativa propia... Los compañeros, que siempre que podían cuchicheaban sobre cualquier cosa, lo hicieron con nosotros. Nada más vieron como se sentaba a mi lado, empezaron a especular sobre si salíamos juntos, si me había pedido ayer por la mañana, si me habría besado ya... Cosas a las que no le di mucha importancia, y parecía que él tampoco... Como mi sitio estaba en primera fila, no pudimos hablar mucho, pero en cuanto el profesor se daba la vuelta para escribir en la pizarra, nosotros nos comunicábamos mediante un papel.
Al llegar el recreo, nos quedamos en la clase, los dos solos, hablando del día tan esperado por los enamorados. Ninguno de los dos tenía planes ni nada. Ninguno de la clase, excepto él, valía la pena para mí. Ninguna de las de la clase valía la pena para él. ¿Estaría yo incluida?...
En toda la tarde, no dejé de pensar en Leo. Se había convertido en pocos días en mi príncipe azul, pero temía que al besarnos, si eso ocurría, se convirtiera en sapo... Sólo faltaban horas para que llegara el día de San Valentín, y yo ya estaba muy nerviosa, ni siquiera pude dormir en toda la noche...
Al día siguiente, San valentín, un día en que, años atrás, lo llegué a pasar fatal. No sabía que me depararía aquel día, pero esperaba que fuera bueno... Llegué a clase casi de las últimas, algo raro en mí. Me senté en mi sitio, sola, y llegó el profesor. Mientras se ponía a explicar, saqué el cuaderno de la hora siguiente, y lo abrí. Tenía hechos todos los ejercicios. Lo cerré, y lo dejé debajo de la mesa... Pero había algo que me lo impedía: una especie de regalo con una carta... ¿De quién sería? Esperaba que fuera de Leo, pero por otra parte, algo me decía que no era suya. Después de todo lo que habíamos hablado, no estaba muy segura de que él sintiera lo mismo que yo... En el intercambio entre las clases, decidí abrir el regalo. Se trataba de un mini peluche (un osito con un corazón en el que ponía: "Te Amo"). Me imaginaba que se trataría de eso, pero de todas formas, me gustaba, fuera de quien fuera. Sin embargo, llegué a pensar que se podían haber equivocado de persona... Deseché la idea al leer la carta. Iba dirigida a mí. La leí, y me quedé impresionada. La carta versaba:

Casi se me cae la carta de las manos. Ahora sí que estaba casi segura de que se trataba de él, del chico de mis sueños. Las siguientes horas antes del recreo se me hicieron eternas. Sólo quería que llegara para saber de quién era la carta; para saber si Leo era el que correspondía a mis sentimientos...
(...) Por fin llegó la hora del recreo, tan ansiada por mí. Me fui a mi lugar favorito, donde me había citado el autor de la carta. ¡Por fin sabría quién era! Esperé durante unos minutos y nada. Llegué a pensar que todo había sido una broma. Una broma pesada. Decidí irme antes de que alguien me viera y se riera de mí por mi situación. Pero antes de irme, alguien por detrás me cogió por el brazo. Me giré lentamente y descubrí a... un chico de mi clase que ni siquiera conocía...
- Hola, Rocío...
- Hola... - dije yo.
- Rocío... te he citado aquí porque...
- ¿Eres tú? ¿Tú eres el que me ha mandado la carta...?
No pude hablar más... Me había decepcionado...
- Sí... y el peluche...
No me lo podía creer, otro año más lo iba a pasar sin la persona a la que amaba...
- Rocío... desde que te conocí...
- No sigas, por favor. No tengo ningún interés en ti... - dije, con un hilo de voz.
Y me fui de allí. Me entristeció mucho el simple hecho de que no fuera Leo el de la carta. Sin saberlo, empecé a llorar, y me senté en uno de los bancos donde nadie se fijaba. Me quedé allí llorando. Alguien puso su mano sobre mi hombro. Levanté la cabeza y me giré lentamente... Era Leo. Me sequé las lágrimas rápidamente, y le miré a los ojos, esperando a que hablara.
- Ross... he ido al lugar donde te cité, pero ya no estabas... he encontrado a uno de nuestra clase allí que me ha dicho donde encontrarte...
¿Por qué se empeñaban en hacerme sentir peor aquel día?
- Sí... me dijo que... Espera un momento... ¿tú has sido el de la carta?
- Sí... Desde que te conozco, no he dejado ni un instante de pensar en ti. Has sido la razón de que todos estos días fuera al instituto; sólo para verte. Parecerá increíble, pero creo que estoy profundamente enamorado de ti... - contestó él, citando las palabras que él mismo había escrito.
No me lo podía creer... ¡Leo era el chico de la carta!
- … y te había citado allí, además de lo que te dije, para saber si era correspondido...
- Yo te quiero – solté, de repente, sin dejarle terminar.
- ... aunque entiendo que tú a mí no me... ¿Cómo? ¿Qué tú también me quieres?...
Parecía que no se lo podía creer, como yo...
- ¡Sí! Te quiero desde hace unos días... Poco a poco, te has ido colando en mi corazón y en mi mente, y no podía alejarte de mi mente...
Nos quedamos en silencio durante cinco segundos cronometrados. Al fin, habló Leo:
- Bueno, pues... ya que sentimos los dos lo mismo...
Pero antes de continuar hablando, me besó. Fue un primer beso maravilloso, más de lo que yo pudiera imaginar...

Aprendí, que todo el mundo tiene su oportunidad en el amor alguna vez... ¡Y yo la tuve el mismísimo día de San Valentín! Pero... ¿me seguiría yendo bien con Leo? En un futuro, si no estaba con él, ¿volvería a encontrar el amor?... Preguntas que, en ese momento, no me importaban demasiado...